Jose Olaya Balandra
BIOGRAFIA DE JOSE OLAYA BALANDRA

José Olaya Balandra en una pintura
de José Gil de Castro.
Biografía de José Olaya
Balandra
José Olaya Balandra nació en Chorrillos, al sur de Lima, en 1782. Sus padres fueron los pescadores Apolinario Olaya y doña Melchora Balandra. Desde pequeño José Olaya estuvo vinculado a la pesca artesanal y la vida en el mar.
Cuando llegó el periodo de la guerra de independencia contra España, José Olaya simpatizó por la causa de la libertad. El momento de mostrar su apoyó llegó en 1823, cuando los realistas recuperaron Lima y el gobierno patriota se refugió en la fortaleza del Callao. El pescador se convirtió en el enlace de los criollos patriotas de Lima y Callao, llevando secretos mensajes y cartas de uno y otro lado.
Lamentablemente, fue descubierto por el general español Ramón Rodil, quien ordenó capturarlo y toturarlo, en junio de 1823. El patriota José Olaya no delató a nadie. El día 29 fue fusilado en la calle Petateros (hoy pasaje Olaya) del centro de Lima. Sus últimas palabras fueron: "Si mil vidas tuviera, gustoso las daría por mi patria".
José
Silverio Olaya Balandra, nació en la Villa de San Pedro Chorrillos, fue hijo de
José Apolinario Olaya y de Melchora Balandra. Desde muy joven el humilde
pescador colaboró portando mensajes que mantenían comunicado a Chorrillos con la
escuadra libertadora al mando de Thomas Cochrane.
El 19 de junio de 1823 se produjo el reingreso del ejército español a Lima siendo la capital ocupada por los realistas al mando de Canterac, el gobierno independiente al mando de José de la Riva Agüero , los Congresistas y las tropas del general de Antonio José de Sucre se refugiaron en los castillos del Real Felipe en el Callao. En estas circunstancias se encontraban incomunicados los Sitiados en el Callao y los patriotas de Lima. Además se desconocían los movimientos de los realistas en la capital, por tal motivo el antiguo Contador Mayor Andrés Riquero le sugirió al General Sucre utilizar para tal misión a José Olaya., que escondía los mensajes en su cesta llena de pescados.
Jorge Basadre nos dice “En contraste con la virulencia de las pasiones partidistas que perturbaban a los grandes personajes de la causa de la independencia en esos días sombríos, surgió el sacrificio del humilde pescador chorrillano José Silverio Olaya . Llevaba Olaya correspondencia de los patriotas entre Chorrillos y Callao.” (Fuente: Historia de la República del Perú , Tomo I , pág. 21 , Octava edición.)
El 27 de junio de 1823 mientras llevaba una carta del general Antonio José de Sucre José para el patriota Narciso de la Colina fue capturado en la calle de la Acequia Alta,
los Realistas dirigidos por Ramón Rodil lo sometieron a crueles torturas pero el se negó a revelar los nombres de los comprometidos en las comunicaciones.
La Editorial Sol90, en su tomo 11 de Personajes del Perú y del Mundo, pág. 1271 nos dice “ni las amenazas ni el tormento a que fue sometido – palazos, extirpación de uñas, pulgares destrozados - pudieron quebrar su silencio.”
La misma fuente agrega: “Tras comunicársele que había sido sentenciado a muerte, el ya malherido pescador chorrillano exclamó: Si tuviera mil vidas, gustoso las perdería antes de renunciar a los patriotas o traicionar a mi patria”
Los españoles lo fusilaron el 29 de junio de 1823 en el callejón de Petateros (hoy pasaje Olaya), a un costado de la Plaza Mayor de Lima.
El 19 de junio de 1823 se produjo el reingreso del ejército español a Lima siendo la capital ocupada por los realistas al mando de Canterac, el gobierno independiente al mando de José de la Riva Agüero , los Congresistas y las tropas del general de Antonio José de Sucre se refugiaron en los castillos del Real Felipe en el Callao. En estas circunstancias se encontraban incomunicados los Sitiados en el Callao y los patriotas de Lima. Además se desconocían los movimientos de los realistas en la capital, por tal motivo el antiguo Contador Mayor Andrés Riquero le sugirió al General Sucre utilizar para tal misión a José Olaya., que escondía los mensajes en su cesta llena de pescados.
Jorge Basadre nos dice “En contraste con la virulencia de las pasiones partidistas que perturbaban a los grandes personajes de la causa de la independencia en esos días sombríos, surgió el sacrificio del humilde pescador chorrillano José Silverio Olaya . Llevaba Olaya correspondencia de los patriotas entre Chorrillos y Callao.” (Fuente: Historia de la República del Perú , Tomo I , pág. 21 , Octava edición.)
El 27 de junio de 1823 mientras llevaba una carta del general Antonio José de Sucre José para el patriota Narciso de la Colina fue capturado en la calle de la Acequia Alta,
los Realistas dirigidos por Ramón Rodil lo sometieron a crueles torturas pero el se negó a revelar los nombres de los comprometidos en las comunicaciones.
La Editorial Sol90, en su tomo 11 de Personajes del Perú y del Mundo, pág. 1271 nos dice “ni las amenazas ni el tormento a que fue sometido – palazos, extirpación de uñas, pulgares destrozados - pudieron quebrar su silencio.”
La misma fuente agrega: “Tras comunicársele que había sido sentenciado a muerte, el ya malherido pescador chorrillano exclamó: Si tuviera mil vidas, gustoso las perdería antes de renunciar a los patriotas o traicionar a mi patria”
Los españoles lo fusilaron el 29 de junio de 1823 en el callejón de Petateros (hoy pasaje Olaya), a un costado de la Plaza Mayor de Lima.
Alfonso Ugarte nació en
la ciudad de Iquique en la Provincia de Tarapacá,
el 13 de julio de 1847, hijo de los acaudalados comerciantes familiares, debido a la temprana ausencia
física de su padre. Sus padres fueron Narciso
Ugarte y Rosa
Vernal Carpio. Estudió en su ciudad natal y en Valparaíso, donde se graduó de
contador. En 1876 regresó a Iquique; trabajó
administrando las empresas salitreras de su familia, y en el sector público
llegó a ser Alcalde de la ciudad.
Al inicio de la Guerra del
Pacífico, Ugarte, quien se encontraba pronto a viajar a Europa a contraer matrimonio con su prima Timotea
Vernal, decidió quedarse en su ciudad natal y organizar un batallón con su
propio dinero, batallón que estaría integrado por obreros y artesanos de Iquique. Este batallón fue nombrado como
el Batallón "Iquique N° 1", conformado por 429 soldados y 36 oficiales.
Participó en la Batalla de
Tarapacá donde, tras poner en fuga a la caballeria chilena con el fuego del
Iquique, fue herido de bala en la cabeza no obstante siguió combatiendo. Tras la
victoria se replegó junto con el ejército peruano y la población
tarapaqueña hacia Arica. Este ejército fue puesto a disposición del Ejército del
Sur, que comandaba el general de división EP Juan Buendía; en esas
condiciones hizo la marcha desde Tarapacá hasta Arica.
Ugarte arrojándose del Morro de Arica.
En Arica participó en
las dos Juntas de Guerra que realizó el coronel EP Bolognesi donde se tomó el
acuerdo de defender la plaza "hasta quemar el último cartucho".
Murió combatiendo en la
Batalla de Arica. La historia popular
señala que se lanzó a caballo desde la cima del Morro para evitar que las
tropas chilenas se apoderen del Pabellón
Nacional. Se dice que su cadáver no llegó a ser recuperado a pesar de la
generosa recompensa que ofreció su familia supérstite, residente en la ciudad de
Lima por causa del conflicto, por este
hallazgo. Sin embargo, intentando dilucidar este último asunto, Geraldo
Arosamena logró en 1979 – en su calidad de
presidente del Centro de Estudios Histórico-Militares del Perú - la autorización
de abrir la supuesta tumba de Alfonso Ugarte encontrando, efectivamente, restos
envueltos en una bandera peruana.
Basta con afirmar que el
cuerpo identificado en 1890 como el del
Coronel Alfonso Ugarte, y que fue traído a Lima y depositado años más tarde en el mausoleo familiar
que había construido su madre, fue trasladado no hace mucho a la Cripta de los
Héroes de la Guerra del 79 en el Cementerio Presbítero
Maestro, y allí reposa, en el tercer nivel, dentro de un sarcófago.
Sin embargo, el parte
oficial sobre la batalla que escribiera el también combatiente coronel Roque Sáenz
Peña, menciona a Alfonso Ugarte como uno de los caídos al lado del coronel
Bolognesi en el morro.
Existe una pintura del
héroe, al momento de lanzarse a caballo desde el Morro de Arica. Esta obra fue realizada por el artista italiano conde Agostino Lodovico Marazzani
Visconti en 1905 y se exhibe en el Museo
Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú, ubicado en la plaza Bolívar de Pueblo
Libre, Lima.
El testamento ológrafo del
coronel Ugarte fue notarialmente abierto en Arequipa el 8 de julio de 1880, dado que Iquique, Perú, ciudad donde se
había suscrito, había sido ocupada por el ejército chileno durante la campaña
de Tarapacá, el documento que consta de 15 páginas y contiene las últimas
disposiciones patrimoniales y personales del héroe de Arica.
En Iquique a los cuatro días del mes de Noviembre de 1879 yo el abajo suscrito Alfonso Ugarte hago mi primero y quizá último testamento con motivo de encontrarme de Coronel del batallón "Iquique" de la Guardia Nacional y tener que afrontar el peligro contra los ejércitos chilenos que hoy invaden el santo suelo de mi Patria y a cuya defensa voy dispuesto a perder mi vida con la fuerza de mi mando.- Declaro que soy cristiano, que profeso y creo en la Religión Católica y que vivo y muero en tal creencia...(pág. 15)Si en algo soy injusto aquí; si he olvidado algún deber, suplico a todos me perdonen, pues en los momentos en que escribo esto me encuentro apurado, con mis deberes militares y del negocio y mi ánimo completamente aniquilado al pensar en que puedo desaparecer en esta campaña y abandonar a mi madre y hermanas que necesitan de mi apoyo. Iquique, Noviembre 6/1879.Fdo.Alfonso Ugarte.
Miguel Grau

(Miguel
Grau Seminario; Paita, 1834 - Punta Angamos, 1879) Marino y militar peruano,
héroe de la batalla naval de Angamos.
Hijo del teniente coronel Juan Manuel Grau Berrío, de ascendencia
catalana, y de Luisa Seminario del Castillo, descendiente de antiguas familias
de la región, su infancia transcurrió en Piura y más tarde en el puerto de
Paita, cuando su progenitor fue nombrado vista de aduana.
En 1843, siendo todavía un niño, el pequeño Miguel se embarcó en
una goleta comandada por Ramón Herrera, gran amigo de su padre, que hacía un
viaje de Paita a Panamá. Lamentablemente la goleta naufragó y, a su regreso al
hogar, su madre no estaba dispuesta a consentir ya nuevos embarques. Ingresó al
colegio de Nieto, en el cual, según uno de sus biógrafos, Fernando Romero
Pintado, "Miguel se torna taciturno. En el colegio está siempre distraído,
callado, casi hosco. Apenas terminan las clases y en los días de vacaciones
merodea por la playa...".
Contaba once años cuando doña Luisa, su madre, aceptó que volviera
a cruzar los océanos. Recorrió entonces todos los mares y durante nueve años,
según el historiador Alberto Tauro del Pino, el joven Grau "surca mares de Asia,
Europa y América en diversos transportes y aún en buques balleneros".
Al regresar al Perú, en 1853, se radicó en Lima, donde fue alumno
del poeta español Velarde y estudió para ingresar a la Marina. El 14 de marzo de
1854 se convirtió en guardiamarina y vistió el uniforme que cubriría de gloria.
Navegó en los vapores Rímac, Vigilante y Ucayali antes de
ser trasladado a la fragata Apurímac, donde sirvió con Lizardo Montero,
otro ilustre marino piurano.
Cuando prestaba servicio en la Apurímac, el comandante de
esta nave apoyó la revolución del general Vivanco. Tras el fracaso del
movimiento, el joven oficial que formaba parte de la tripulación fue separado
del servicio en 1858 y volvió a la Marina Mercante.
Llamado nuevamente, regresó a la Marina el 11 de septiembre de
1863, casado ya con Dolores Cavero, quien le dio nueve hijos. Ascendió a
teniente segundo y el 4 de diciembre del mismo año, a teniente primero, para
pasar pocos meses después a capitán de corbeta. Enviado a Europa para traer la
corbeta Unión, llegó a Valparaíso en 1865, año en que fue ascendido a
capitán de fragata, y desde el puerto chileno apoyó la revolución del coronel
Mariano Ignacio Prado.
Siempre al mando de la corbeta Unión participó en el
combate naval de Abtao, el 7 de febrero de 1866, y siguió hacia el sur hasta los
canales de Chile, para esperar las nuevas naves adquiridas en Inglaterra. Cuando
Prado, posponiendo a brillantes marinos peruanos, contrató al contralmirante
norteamericano John Tucker para comandar la Armada, Grau protestó y presentó su
renuncia, actitud que fue considerada como rebeldía. Fue preso en la isla de San
Lorenzo y permaneció allí hasta que, después de un largo juicio, salió absuelto.
Pasó nuevamente a ejercer su profesión de marino en la actividad
privada y tuvo el mando del vapor mercante Puno, propiedad de la Compañía
Inglesa. A finales de 1867, regresó a la Marina en calidad de comandante del
monitor Huáscar. El 25 de julio del año siguiente fue ascendido a capitán
de navío y el 19 de abril de 1873 a capitán de navío efectivo, siendo después
comandante general de la escuadra de evoluciones, durante siete meses. Pasó
luego a ocupar el alto cargo de comandante general de la Marina.
En 1872, al estallar la revolución de los hermanos Gutiérrez, Grau
encabezó el pronunciamiento de la Marina en contra de la dictadura. Al no ser
escuchado para reorganizar y modernizar la Armada, ingresó a la política y fue
elegido diputado por Paita en el período comprendido entre 1876 y 1878. Cuando
Chile declaró la guerra al Perú en 1879, Grau aceptó dirigir la primera división
naval a sabiendas de la superioridad que tenía la escuadra de ese país en
tonelaje, número de barcos, cañones y espesor de blindaje, y conociendo el mal
estado de las unidades peruanas.
![]() El Huáscar, comandado por Miguel Grau
Inició su campaña en mayo del mismo año y en su primer combate
hundió la corbeta chilena Esmeralda, salvando luego a los náufragos, lo
que hizo que uno de ellos al llegar a la cubierta del Huáscar gritara
agradecido "Viva el Perú generoso". El Huáscar realizó en los meses
siguientes una serie de acciones sorprendentes frente a una escuadra tan
poderosa como la chilena. Apresó transportes enemigos, requisó carbón de puertos
chilenos y despistó constantemente a los buques chilenos que recorrían la costa
en su busca. El congreso ascendió a Grau al grado de Contralmirante el 26 de
agosto de 1879.
El primero de octubre de 1879 el Huáscar salió del puerto
de Iquique, donde el transporte Rímac había desembarcado tropas bajo su
protección, en lo que fue su último zarpe. Apresó una goleta al sur de Huasco y
estaba en la costa de Coquimbo, territorio chileno, el día cinco. La marina
chilena había cambiado mandos y ordenado su flota en dos divisiones para cazar
al ya célebre monitor. Su plan tuvo éxito 8 de octubre de 1879 cuando
descubrieron al Huáscar en alta mar, frente a Punta Angamos, acompañado de la
Unión, en viaje hacia el norte.
La flota chilena, compuesta por seis barcos todos ellos superiores
al Huáscar en blindaje y potencia de fuego, formaron un círculo para
batirse con el buque insignia de la marina peruana. Grau ordenó a la
Unión retirarse para distraer la flota enemiga, lo que se logró en parte
porque dos corbetas chilenas salieron en su persecución. La Unión fue más
rápida y consiguió escapar; el Huáscar en cambio fue encarado por el
Cochrane, que con sus poderosos cañones logró perforar el blindaje del
casco y la torre de mando.
El comandante Grau murió despedazado. El mando pasó a Elías
Aguirre, que también murió. Correspondió el turno al teniente primero Melitón
Rodríguez. Caído también él, tocó el mando al teniente Pedro Garezón, quien
conversó brevemente con tres oficiales que quedaban vivos y ordenó hundir la
nave porque ya se encontraba inmovilizada. Los maquinistas abrieron las
válvulas, pero desperfectos de la maquinaria paralizaron la inmersión, dando
tiempo a que llegaran los buques enemigos, abordaran el monitor y detuvieran su
hundimiento. Miguel Grau pasó a la inmortalidad como un marino estratega y
valiente pero generoso, que cumplió con sus proféticas palabras: "si el
Huáscar no regresa triunfante al Callao tampoco yo regresaré".
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María Parado de Bellido
Biografía
Pocas son las
informaciones que se tienen sobre la mayoría de héroes populares, tantas veces
anónimos. Ejemplos de ellos, son entre muchos otros, la trayectoria biográfica
de José Olaya y María
Andrea Parado Jayo de Bellido. De ella se dirá que es casi una desconocida. De
la heroína patriota se afirma que nació en Huamanga,[1]
probablemente a principios de los años 1760, y que se casó, a la edad de 15 años,
con Mariano Bellido, de oficio negociante, y quien hacia 1820 trabajaba en la
sección de correos del distrito de Paras en la provincia de
Cangallo, donde la familia tenía su residencia, aunque radicaban
temporalmente en Huamanga. De esa unión tuvo siete hijos: Gregoria, Andrea,
Mariano, Tomás, María, Leandra y Bartola. Tomás se enroló en las filas patriotas
del general Juan Antonio Álvarez de
Arenales cuando éste pasó por Huamanga (1820), y luego se sumó a los
montoneros patriotas acaudillados por Quiroz Lazón,[2] que se hallaban en actividad en
Cangallo (1820). Su esposo y su otro hijo
varón, Mariano, empezaron también a colaborar con aquellos montoneros, que
actuaban en coordinación con las fuerzas regulares del general don José de San
Martín.[3]
Mientras que en Huamanga estaba acantonada una división del ejército
español a órdenes del general José Carratalá, con órdenes de
reprimir a los rebeldes.
Seguramente fue el
ejemplo del esposo y sus hijos lo que impulsó a María a trabajar también por la
causa libertadora. Como ella no sabía escribir, le dictaba a un amigo de
confianza llamado Matías Madrid, las cartas que remitía a su marido con la
finalidad de informarles de los movimientos y los planes del enemigo;
información que Mariano comunicaba de inmediato al patriota Quiroz. Así, por
ejemplo, los patriotas pudieron abandonar el pueblo de Quilcamachay, el 29 de marzo de 1822; al día
siguiente el pueblo fue ocupado por los realistas, y allí se encontró una de esas misivas,
olvidada por descuido en la chamarra de un guerrillero.
CARTA:
Huamanga, Marzo 26 de 1822 Idolatrado Mariano: Mañana marcha la fuerza que de
esta ciudad a tomar la que existe allí, y a otras personas, que defienden la
causa de la libertad. Avísale al Jefe de esa fuerza, señor Quirós, y trata tu de
huir inmediatamente a Huancavelica, donde nuestras primas las Negretes; porque
si te sucediese una desgracia (que Dios no lo permita) sería un dolor para tu
familia, y en especial para tu esposa.
Andrea.
Descubierta entonces,
María fue apresada el 30 de
marzo en Huamanga y conminada a delatar a sus colaboradores. Pero ella se
mantuvo en heroico silencio. Finalmente, Carratalá ordenó su fusilamiento.
Custodiada por fuerzas de
la guarnición realista, María fue llevada en procesión en torno a la plaza
huamanguina y en cada esquina un oficial leyó el bando de la sentencia dictada por Carratalá, justificando
su acción “para escarmiento y ejemplo de los posteriores por haberse rebelado
contra el rey y señor del Perú”. Luego fue conducida a la pampa o plazuela del
Arco donde le esperaba el pelotón de fusilamiento. Después de ser amonestada por
última vez, para que revelara el secreto, prometiéndosele la vida, rechazó la
proposición sin vacilar. Y resignada a sufrir el último suplicio, se arrodilló y
esperó la muerte con la mirada dirigida al cielo.
Se cuenta que su cadáver
fue sepultado de limosna por los frailes mercedarios en su templo, a pocas cuadras del lugar
de fusilamiento, mientras sus hijas quedaron abandonadas a su suerte y hallaron
refugio en una iglesia. Luego surgieron varias versiones confusas sobre su
familia. Lo único verificable es que Simón Bolívar estableció una pensión de
gracia para las hijas sobrevivientes de la heroína, pero no se sabe la suerte
que corrieron su esposo y sus hijos que participaron en las montoneras.
María Parado de Bellido | |
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Información personal | |
Nacimiento | 5 de julio de 1761 Huamanga Ayacucho, Perú |
Fallecimiento | 01 de mayo de 1822 Huamanga Ayacucho, Perú |
ROSA MERINO ARENAS
Rosa Merino de
Arenas. (n. Lima, 1790 - † Lima, 13 de enero de 1868), artista peruana de finales del siglo XVIII, fue la primera
intérprete del Himno Nacional del Perú.
Biografía
En sus comienzos, se
distinguió por la gracia con que modulaba las tonadillas a la moda; hasta que la
fama la obtuvo en 1812, cuando actuó en la
compañía lírica formada por Andrés
Bolognesi, para cumplir una breve temporada en la opera La Isabela y
no cabía duda alguna que desarrolló sus cualidades vocales, con aquel exigente
maestro, pues en los años venideros tuvo mejores partes y fue aplaudida por la
destreza y perfección de su estilo.
Fue la artista preferida
del público peruano de aquella época, siendo escogida luego de un concurso
auspiciado por el General San Martín, para interpretar el Himno
Nacional del Perú que ejecutó el domingo, 23 de septiembre de 1821 en el Teatro Nacional de Lima, ante la presencia del
mismo general San Martín y los próceres de la
independencia peruana que en esa fecha se encontraban en la capital de su
país.
La bella voz de la
soprano Merino, fue la primera en entonar el Himno Nacional del Perú, en las
estrofas originales del poeta de Ica, don José
de la Torre Ugarte y la música del ilustre maestro limeño José Bernardo Alcedo. En sus últimos
quince años continuó actuando en representaciones líricas y veladas de
beneficencia .
Rosa Merino | |
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Información personal | |
Nacimiento | ? de 1790 Lima, Perú |
Fallecimiento | 1 de enero de 1868 Lima, Perú |
Profesión | Artista Cantadora |
Francisco Bolognesi
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Por ley nº 16126, del 10 de mayo de 1966, el congreso de la
República lo declaró héroe nacional, a la vez que dispuso que el día 23 de julio
de cada año, aniversario de su sublime sacrificio, fuese declarado el día de la
Aviación Militar del Perú y que se efectuasen en la citada fecha ceremonias
conmemorativas recordatorias en todas las bases aéreas de la República. De esta
manera exalta el país los méritos de uno de sus hijos más queridos, cuyo ejemplo
constituye una lección de patriotismo para las presentes y futuras generaciones
de peruanos.

Túpac Amaru
(José Gabriel Condorcanqui o Quivicanqui). Revolucionario peruano,
descendiente de los incas (Surimaná, 1741 - Cuzco, 1781). Cacique de Surimaná,
Tungasuca y Pampamarca, era bisnieto de Juana Pilco-Huaco, la hija del último
soberano inca, Túpac Amaru I (ejecutado por los españoles en 1572).

Condorcanqui adoptó el nombre de su ancestro (Túpac Amaru, por lo
que sería conocido como Túpac Amaru II) como símbolo de rebeldía contra los
colonizadores. Se presentó como restaurador y legítimo heredero de la dinastía
inca y envió emisarios para extender la rebelión por todo el Perú. No obstante,
su rebeldía se dirigía contra las autoridades españolas locales, manteniendo la
ficción de lealtad al rey Carlos III.
El primer destacamento enviado a reprimir la rebelión fue derrotado por Túpac
Amaru en 1780. Se dirigió entonces hacia Cuzco, pero fue rechazado por los
españoles en las inmediaciones de la antigua capital.
Entretanto, el virrey Agustín de Jáuregui mandó contra él un
ejército de 17.000 hombres, al tiempo que desalentaba la rebeldía haciendo
concesiones a los indios (como crear en la Audiencia una sala especial para
atender sus quejas o limitar los poderes de los corregidores). Túpac Amaru fue
vencido en la batalla de Checacupe (1781), entregado por algunos de los suyos a
los españoles, y trasladado por éstos a Cuzco, donde le juzgaron y ejecutaron.
La gravedad de la amenaza que esta rebelión había representado
para el imperio español en América se tradujo en la crueldad del virrey, que
descuartizó a Túpac Amaru y envió cada parte de su cuerpo a un pueblo de la zona
rebelde para dar a la ejecución un valor ejemplarizante y sofocar la rebelión
(que continuó algún tiempo más, encabezada por un primo y un sobrino de Túpac
Amaru).
Mario Vargas Llosa

En su quehacer novelístico posterior destacan Pantaleón y las visitadoras (1973), La tía Julia y el escribidor (1977), La guerra del fin del mundo (1981), en la que aborda la problemática social y religiosa de Iberoamérica, y ¿Quién mató a Palomino Moreno? (1986), basada en una investigación policial.
La labor de Mario Vargas Llosa como crítico literario se refleja
en sus ensayos García Márquez: historia de un deicidio y La orgía
perpetua: Flaubert y Madame Bovary (1975). En 1976, con José María
Gutierrez, codirigió la versión cinematográfica de su novela Pantaleón y las
visitadoras.
En 1977 fue nombrado miembro de la Academia Peruana de la Lengua y
profesor de la cátedra Simón Bolívar en Cambridge. Impulsor del partido Frente
Democrático, Mario Vargas Llosa se presentó como cabeza de lista en las
elecciones peruanas de 1990, en las que fue derrotado por Alberto Fujimori.
Otras obras suyas son La señorita de Tacna (1981),
Contra viento y marea (1983), Historia de Mayta (1984) y El
hablador (1988). En 1994 recopiló sus colaboraciones periodísticas en
Desafío a la libertad y en 1997 apareció su novela erótica Los
cuadernos de don Rigoberto, en la misma línea de su anterior Elogio de la
madrastra (1988). Obtuvo el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en
1986, el Premio Planeta de 1993 por Lituma en los Andes y el Premio Cervantes en
1995. Desde 1984 es miembro de la Real Academia Española.
Micaela Bastidas
Micaela Bastidas
Puyucahua (Tamburco, Abancay, 23 de junio de 1744 - Cusco, 18 de mayo de 1781) fue una valiente precursora de la independencia
hispanoamericana, jugó un importante papel en la historia del Perú. Esposa y consejera de
Túpac Amaru II,
su desempeño tuvo vital importancia en la rebelión de Tinta. Su ejemplo
de coraje y determinación al defender sus ideales de justicia y libertad hasta
su trágica y despiadada muerte en mano de los españoles, la convirtieron en
leyenda y símbolo de la lucha americana contra la opresión y la explotación
colonial.[1]
Biografía
Hija de Manuel Bastida,
descendiente de africanos , y de Josefa Puyucahua (o Puyucawa), indígena, la
joven Micaela era de esbelta belleza y tez bronceada, con el cabello ondulado.
Por sus raíces tanto africanas como amerindias era conocida por muchos como Zamba, nombre que se daba
en época colonial a las personas producto del mestizaje entre africanos e
indígenas.[2]
El 25 de mayo de 1760, poco antes de cumplir 16 años, se casó
con el joven mestizo descendiente de la nobleza indígena José Gabriel Condorcanqui, en la
iglesia de Nuestra Señora de la Purificación, en el pueblo de Surimana, lugar
del curacazgo de su marido. Condorcanqui
era descendiente directo por línea materna del último Inca Túpac Amaru I. En 1764 fue nombrado cacique de los territorios que le
correspondían por herencia, Pampamarca, Tungasuca y Surimana, y fijaron su
residencia en Tinta, localidad perteneciente a Cusco.[3]
José Gabriel había
recibido una educación privilegiada en colegios jesuitas de Lima y Cusco. Dominaba el castellano, el quechua y el latín, era un ávido lector y su interés
por diversos temas le dio un nivel cultural remarcable. Poseedor de grandes
extensiones de tierras y riqueza, cumplía múltiples roles en la administración
de sus bienes. Como curaca debía mediar entre el corregidor y los indígenas a su cargo. Como próspero
hacendado se vio afectado como el resto de la población debido a las alzas
fiscales y la creación de aduanas internas. Como arriero recorría su territorio, viviendo de cerca las
historias y desgracias de los trabajadores y sus duras condiciones. Como mestizo
sentía que toda la injusticia con su gente lo tocaba en carne propia.[4]
Realizó reclamos y solicitudes oficiales a las autoridades coloniales de Tinta,
Cusco y Lima, para que los indígenas fueran liberados del trabajo obligatorio en
las minas y
exonerados del cumplimiento de la mita,
obteniendo siempre negativas o indiferencia y comenzó a desarrollar una
ideología libertaria basada en la defensa de indígenas, esclavos, criollos y mestizos, orientada a la independencia de su territorio
y comercio de las decisiones de la corona de España.[5]
Micaela, en cambio,
recibió en la infancia la educación elemental en letras y artes que era usual en
esa época para las mujeres. Su marido fue su maestro ideológico, ella se concientizó rápidamente de
la compleja situación de su gente y se involucró con la causa. Lo apoyaba
firmemente, defendiendo y divulgando los postulados que harían resurgir la
conciencia del derecho de los labriegos a liberar su tierra y su existencia de
la mano opresora española.
La rebelión
En 1780, agotadas las
vías de diálogo con los representantes de la corona española, José Gabriel
Condorcanqui inicia un movimiento en contra de la dominación española. Es
apoyado por curacas ligados a hacendados de Cusco unidos en contra de la nueva
aduana, criollos, indios y mestizos. En ese momento adopta el nombre de Túpac
Amaru II en honor de su antepasado el último Inca de
Vilcabamba. El 4 de noviembre de 1780 Túpac Amaru II dio el primer grito de
libertad y difundió una proclama independentista, dando comienzo a la rebelión de Túpac Amaru
II. El corregidor Antonio de Arriaga fue tomado prisionero y condenado a
morir en el cadalso. Los rebeldes instalaron su cuartel general en
Tungasuca.[3]
Desde ese momento
Micaela se convirtió en la principal consejera de Túpac Amaru II, participó en
el juicio sumario contra Arriaga y asumió múltiples roles en el movimiento.
Actuaba con dinamismo y persuasión, tal vez más concientizada incluso que su
marido, ya que el papel de la mujer indígena era el más vilipendiado por los
opresores.[6]
Los indígenas tenían
prohibida la tenencia de armas de fuego, uno de los mayores problemas a los que
se enfrentaron fue la obtención de armamento. Micaela fue la encargada del
aprovisionamiento de las tropas, lo que incluía conseguir y distribuir dinero,
alimentos, vestimentas y armas. Expedía los salvoconductos para facilitar el
movimiento de quienes viajaban a través de amplios territorios. Estuvo a cargo
de la retaguardia indígena, demostrando diligencia y capacidad, implementando
medidas de seguridad y luchando contra el espionaje. Implementó un eficiente
sistema de comunicaciones, organizando un servicio de chasquis a caballo que llevaban rápidamente información
de un punto a otro del territorio rebelde.[7]
Una verdadera legión de
luchadoras andinas, quechuas y aymaras trabajaron junto a Micaela en el levantamiento,
realizaron estrategias y dieron apoyo a las tropas. Para ellas se trataba no
solo de liberar a su pueblo de la explotación española, sino también de
restablecer el rol de la mujer indígena con participación en la vida social y
política, tradición que el sistema colonial intentó abolir convirtiéndolas en
víctimas de todo tipo de abusos. Fueron líderes dentro del movimiento Cecilia
Túpac Amaru y Tomasa
Tito Condemayta, cacica de Acos, entre muchas otras.[8]
Estas mujeres
participaban también en la batalla, junto a sus hijos y maridos. También lo
hacía Micaela, quien con su carácter enérgico infundía aliento a Túpac Amaru
desde el mismo campo de batalla. Luego del triunfo de Sangarará fue constituida
jefe interino de la rebelión.[4]
El 18 de noviembre de
1780 el ejército de rebelde vencía a los españoles en la batalla de
Sangarará. Túpac Amaru expidió un mensaje a los pueblos del Perú, convocando
a los criollos a unirse a la causa india: “Vivamos como hermanos y
congregados en un solo cuerpo. Cuidemos de la protección y conservación de los
españoles; criollos, mestizos, zambos e indios por ser todos compatriotas, como
nacidos en estas tierras y de un mismo origen”.[9]
En testimonios de la
época es Micaela quien aparece como principal estratega a través de tareas
políticas, militares y administrativas y principal consejera del líder. Con su
sólida convicción, claridad de pensamiento y alta intuición, se convirtió en el
sexto sentido de la rebelión.[10]
Muerte
Cuando ella aconsejaba
realizar un ataque inmediato a Cusco para lograr su rendición, su marido no la
escuchó y en un grave error táctico se concentró en otras villas, al tiempo que
fueron delatados por un traidor. El contingente de Túpac Amaru fue rodeado y
emboscado, y junto a Micaela, sus hijos Hipólito de 18 años y Fernando de 10, y
varios de sus familiares fueron apresados y llevados a Cusco, donde
permanecieron presos en el convento de la Compañía de Jesús convertido en
cuartel militar. Fueron sometidos a interrogatorios y tormentos para poder
ubicar al resto de las tropas revolucionarias, les prometían disminuir la pena
si delataban a sus amigos, pero no lograron conseguir de ellos ninguna
información y el 14 de mayo fueron condenados a la pena capital.[11]
La sentencia ordenaba el
"descuartizamiento en vida para el jefe principal, mutilaciones y pena de muerte
para los otros reos, amén de otros castigos".[12]
El 18 de mayo de 1781
fueron llevados a la Plaza de Armas del Cuzco para ser
ejecutados uno a uno. A su hijo Hipólito primero le fue cortada la lengua, por
haber hablado en contra de los españoles y luego fue ahorcado. Micaela y José
Gabriel fueron obligados a presenciar la muerte de su hijo, y luego la hicieron
subir a ella al tablado. A la vista de su esposo y de su hijo Fernando, Micaela
luchó con sus verdugos, hasta que finalmente la sometieron y le cortaron la
lengua, su cuello delgado no alcanzaba al torno para ahogarla, y le echaron
lazos al cuello que tiraban de uno y otro lado para estrangularla, dándole
garrote y terminaron de matarla a patadas en el estómago y los pechos.[13]
[14]
Luego llevaron al centro
de la plaza a Túpac Amaru, quien también fue sometido a una espantosa muerte.
Ambos fueron desmembrados y sus partes enviadas a diferentes pueblos de la
región para ser exhibidos en las plazas públicas, alertando a sus habitantes
sobre las consecuencias de rebelarse.[14]
La convicción de los
ideales de justicia y libertad de Micaela defendidos hasta la muerte, unida a su
familia y luchando junto a su gente, convirtió su historia en leyenda e
inspiración para la gesta independentista de
América Latina.[5]
San Martín de Porres
(Lima, 1579 - 1639) Religioso peruano de la orden de los dominicos
que fue el primer santo mulato de América. Era hijo de Juan de Porres, hidalgo
pobre originario de Burgos, y Ana Velásquez, una negra liberta, natural de
Panamá.
Su padre, debido a su pobreza, no podía casarse con una mujer de
su condición, lo que no impidió su amancebamiento con Ana Velásquez. Fruto de
ella nació también Juana, dos años menor que Martín. Nacido en el barrio limeño
de San Sebastián, Martín de Porres fue bautizado el 9 de diciembre de 1579. El
documento bautismal revela que su padre no lo reconoció, pues por ser caballero
laico y soltero de una Orden Militar estaba obligado a guardar la continencia de
estado.
![]() San Martín de Porres
Hacia 1586, el padre de Martín decidió llevarse a sus dos hijos a
Guayaquil con sus parientes. Sin embargo, los parientes sólo aceptaron a Juana,
y Martín de Porres hubo de regresar a Lima, donde fue puesto bajo el cuidado de
doña Isabel García Michel en el arrabal de Malambo, en la parte baja del barrio
de San Lázaro, habitado por negros y otros grupos raciales. En 1591 recibió el
sacramento de la Confirmación de manos del arzobispo Santo Toribio de Mogrovejo.
Martín inició su aprendizaje de boticario en la casa de Mateo
Pastor, quien se casaría con la hija de su tutora. Esta experiencia sería clave
para Martín, conocido luego como gran herbolario y curador de enfermos, puesto
que los boticarios hacían curaciones menores y administraban remedios para los
casos comunes. También fue aprendiz de barbero, oficio que conllevaba
conocimientos de cirugía menor.
La proximidad del convento dominico de Nuestra Señora del Rosario
y su claustro conventual ejercieron una atracción sobre él. Sin embargo, entrar
allí no cambiaría su situación social y el trato que recibiría por ser mulato y
bastardo: no podía ser fraile de misa e incluso le prohibieron ser hermano lego.
En 1594, Martín entró en el convento en calidad de aspirante a conventual sin
opción al sacerdocio. Dentro del convento fue campanero y es fama que su
puntualidad y disciplina en la oración fueron ejemplares. Más aún, dormía muy
poco, entre tres a cuatro horas, y cuentan que, para no olvidarse de sus
funciones por el cansancio, un gato de tres colores entraba a la enfermería y
empezaba a rasguñarlo avisándole de su deber.
Sus hagiógrafos cuentan que tenía varias devociones, pero sobre
todo creía en el Santísimo Sacramento y en la Virgen María, en especial la
Virgen del Rosario, Patrona de la Orden dominica y protectora de los mulatos.
Martín fue seguidor de los modelos de santidad de Santo Domingo de Guzmán, San
José, Santa Catalina de Siena y San Vicente Ferrer. Sin embargo, a pesar de su
encendido fervor y devoción, no desarrolló una línea de misticismo propia. La
vida cotidiana del futuro santo era frugal en extremo. Era muy sobrio en el
comer y sencillo en el vestir (usó un simple hábito blanco toda su vida). Se
dice que cuando murió no hubo ropa con que amortajarlo, así que lo enterraron
con su propio hábito ya roído.
En el convento, Martín ejerció también como barbero, ropero,
sangrador y sacamuelas. Su celda quedaba en el claustro de la enfermería. Todo
el aprendizaje como herbolario en la botica y como barbero hicieron de Martín un
curador de enfermos, sobre todo de los más pobres y necesitados, a quienes no
dudaba en regalar la ropa de los enfermos. Su fama se hizo muy notoria y acudía
gente muy necesitada en grandes cantidades. Su labor era amplia: tomaba el
pulso, palpaba, vendaba, entablillaba, sacaba muelas, extirpaba lobanillos,
suturaba, succionaba heridas sangrantes e imponía las manos con destreza. En
Martín confluyeron las tradiciones medicinales española, andina y africana;
solía sembrar en un huerto una variedad de plantas que luego combinaba en
remedios para los pobres y enfermos. Debió de empezar su labor como enfermero
entre 1604 y 1610.
La vida en el convento estaba regida por la obediencia a sus
superiores, pero en el caso de Martín la condición racial también era
determinante. Su humildad era puesta a prueba en muchas ocasiones. Parecía tener
una concepción muy pobre de sí mismo y hasta como miserable, y por lo tanto
digno de malos tratos. Aunque frecuentaba a la gente de color y a castas, nunca
planteó reivindicaciones sociales ni políticas; se dedicó únicamente a practicar
la caridad, que hizo extensiva a otros grupos étnicos. Todas estas dificultades
no impidieron que Martín fuera un fraile alegre. Sus contemporáneos señalan su
semblante alegre y risueño.
Otra de sus facultades fue la videncia. Se cuenta que su hermana
Rosa había sustraído una suma de dinero a su esposo, y se encontró con su
hermano, el cual inmediatamente le llamó la atención por lo que había hecho. Su
hermana no salía de su asombro, ya que nadie sabía del hurto. También tuvo
facultades para predecir la vida propia y ajena, incluido el momento de la
muerte.
En línea con la espiritualidad de la época, San Martín de Porres y
su coetánea Santa Rosa de Lima practicaron
la mortificación del cuerpo. Martín se aplicaba tres disciplinas cada día: en
las pantorillas, en las posaderas y en las espaldas, siguiendo un riguroso
horario y evitando mermar su salud para el cumplimiento de otras obligaciones.
Llevaba además dos cilicios: una túnica interna de lana entretejida con cerdas
de caballo y una cadena ceñida, posiblemente de hierro.
Su preocupación por los pobres fue notable. Se sabe que los
desvalidos lo esperaban en la portería para que los curase de sus enfermedades o
les diera de comer. Martín trataba de no exhibirse y hacerlo en la mayor
privacidad. La caridad de Martín no se circunscribía a las personas, sino que
también se proyectaba a los animales, sobre todo cuando los veía heridos o
faltos de alimentos. Tenía separada en la casa de su hermana un lugar donde
albergaba a gatos y perros sarnosos, llagados y enfermos. Parece que los
animales le obedecían por particular privilegio de Dios. Uno de los episodios
más conocidos de su vida es que hizo comer del mismo plato a un perro, un perico
y un gato.
Como se dice de otros santos de la época, Martín también sufrió
las apariciones y tentaciones del demonio. Se cuenta que en cierta ocasión
bajaba por las escaleras de la enfermería dispuesto a auxiliar a uno de sus
hermanos cuando se encontró con el demonio debajo de la escalera. Martín tuvo
que sacar el cinto que llevaba y comenzó a azotar al demonio para que se fuera
del convento. También se le atribuyó el don de lenguas, el don de agilidad y el
don de volar. Sus compañeros, que lo vigilaban continuamente, veían cómo su
cuerpo se iluminaba. Se contó de él que podía estar en dos lugares a la vez y
penetrar en los cuerpos sin mayor resistencia.
Hacia 1619 comenzó a sufrir de cuartanas, fiebres muy elevadas que
se presentaban cada cuatro días; este mal se le fue agudizando, aunque continuó
cumpliendo con sus obligaciones. Con el correr del tiempo, Martín fue ganando no
sólo fama sino que empezó a ser temido. La imaginería popular se desconcertaba
ante sucesos sobrenaturales, algunos de ellos no presenciados pero conocidos de
oídas. Por ejemplo, cierto ensamblador llegó a asustarse porque con mucha
frecuencia se aparecía sin ser visto. Comenzaron a correr rumores de que
deambulaba por el claustro por las noches, rodeado de luces y resplandores.
También causaban miedo sus apariciones inesperadas y sus desapariciones
inexplicables.
En octubre de 1639, Martín de Porres cayó enfermo de tabardillo
pestilencial. Murió el 3 de noviembre de ese año. Hubo gran conmoción entre la
gente, doblaron las campanas en su nombre y la devoción popular se mostró tan
excesiva que obligó a hacer un rápido entierro. A pesar de la biografía ejemplar
del mulato Martín de Porres, convertido en devoción fundamental de las castas y
gentes de color, la sociedad colonial no lo llevaría a los altares. Su proceso
de beatificación terminó en 1962, bajo el papado de Pablo VI.
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MARÍA PARADO DE BELLIDO
ResponderEliminarAyacucho
María Parado de Bellido
Nació en Huamanga, 1761 y falleció en Ayacucho, 1822. Se cree que fue hija natural y lo único que se sabe de su padre es que procedía del Alto Perú. En 1776 contrajo matrimonio en Huamanga con Mariano Bellido, de quien tuvo siete hijos. En 1820 parte de su familia se integró al grupo de patriotas organizados en Paras con el fin de colaborar con la guerrilla auspiciada en la sierra. Mariano Bellido y sus hijos actuaron como correos del ejército patriota en la región de Huamanga, y su misión principal consistió en dar cuenta de los movimientos de las tropas realistas. Canterac encomendó a la compañía al mando del general Carratalá la tarea de reprimir el movimiento ayacuchano. Fue en esa coyuntura que uno de los hijos de María Parado, Tomás Bellido, fue hecho prisionero y fusilado por los realistas ya acantonados en Cangallo.
Este hecho motivó que María Parado de Bellido se integrara al movimiento patriota y colaborara con su esposo en las tareas de espionaje. Gracias a ello, los patriotas fueron avisados a tiempo de la planeada incursión del ejército realista al pueblo de Quilcamachay el 29 de marzo de 1822, y la localidad pudo ser evacuada a tiempo. No obstante, la persona a través de la que María Parado enviaba su correspondencia fue capturada ese día por unos sacerdotes leales al virrey, que lo entregaron al general Carratalá. El general conoció así las actividades que realizaba María Parado, ya que una de las cartas llevaba su firma. Las tropas españolas rodearon la vivienda en que María Parado se hallaba en compañía de sus hijas y la capturaron. Llevada ante el general Carratalá, María Parado se negó a contestar las preguntas encaminadas a desarticular la red de información, desechó las ofertas de recompensa y tampoco se inmutó al ser advertida de que su casa sería quemada si no colaboraba. Su actitud motivó que fuera condenada a morir fusilada. El 1 de mayo de 1822 fue paseada por los alrededores de la plaza de armas de Huamanga, al tiempo que se voceaba su delito de traición, y luego murió ante el pelotón de fusilamiento en la Pampa del Arco. Sus restos fueron sepultados en la iglesia de la Merced.